“Lo
que no sabía, es que ella sí se había fijado en él, pero no justamente
de la manera en la que este quería”
Había
planeado tantos encuentros fortuitos que no encontraba una cuenta exacta para
todos ellos; la verdad es que sus días se basaban patéticamente en observarla desde la lejanía, siempre rodeada de gente, pero sin interactuar con ellos en
realidad, silenciosa, leyendo un libro o sumida en su celular mientras sus
cejas se encontraban siniestramente formando una v entre ellas. Le gustaba ese
gesto, lo tenía plasmado en su memoria. Le gustaban sus labios, su cabello y su
vestimenta, le gustaba todo ello y más.
Cuando sus miradas se encontraban todo
era perfecto, pero tontamente, a pesar de que anhelaba ese encuentro con añoro,
cuando sucedía, retiraba la mirada velozmente.
¿Por
qué le gustaba, por qué?
Vaya
mierda. Es que sencillamente, los amores así no existían y todo ello era una
tonta confusión de su mente, solo eso
—
¿En qué piensas? — Cuestionó su compañera sin prisa, figando su atención hasta el
lugar en el que se concentraba su vista con tal esmero. Se percató de ello y
con pudor le observó, esta sonrió entre dientes y continúo comiendo el helado que
se hallaba en su regazo.
Le
gustaba eso de ella, su prudencia, sabía cuánto le pasaba y aun así esperaba el
momento en él que él se sintiese a gusto para contarle todo, no por nada era su
mejor amiga. Suspiró frustrado y acarició su sien con ferocidad.
Que
patético. Que patético resultaba el incrementar de sus ansias al verla, que
triste resultaba el sonido de su corazón cuando hacía aparición en la
cafetería, que patético todo. Sobre todo él, que idiota era.
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